viernes, 30 de mayo de 2014

Bagua: La sangre en tus manos

33 muertos: 20 policías y 19 civiles. 1 desaparecido. A días de cumplirse 5 años de esta masacre de peruanos recién ha empezado el juicio. Hay 53 procesados. Ningún político, pese a su flagrante responsabilidad. Un día antes del día de muerte, el 4 de junio de 2009, los nativos habían acordado desalojar, finalmente, la carretera que llevaban bloqueada hacía 2 meses. Dos meses a los que precedieron muchos otros meses de continuos reclamos por distintas vías institucionales sin ser oídos. Ni por el gobierno, ni por los medios de la capital.

Pero tras 2 meses de tensión social y de haber conseguido algo de presencia en medios, en una tregua de dialogo con el gobierno los nativos se comprometieron a abandonar la vía en la mañana del 5 de Junio. Pero inexplicablemente, casi al alba, el gobierno decidió emboscar a los nativos que se disponían a partir y ordenó el desalojo policial con municiones y lacrimógenas. Una arremetida violenta que tomó por sorpresa a los nativos que estaban preparando la retirada como acordado.

Cuando Santiago Manuin, emblemático líder nativo vio policías trepar colina arriba de la llamada Curva del Diablo en la carretera y escuchó los disparos desde los helicópteros, se dirigió hasta donde estaban los policías para pedirles que se detuvieran. Ocho impactos de bala es lo que recibió como toda respuesta (http://goo.gl/kzost3). 8 impactos de bala que lo derribaron sangrando profusamente. 

Los nativos lo creyeron muerto, asesinado cuando buscaba detener la arremetida violenta que en ese momento no tenía razón de ser dado el acuerdo y dado que los nativos lejos de empuñar sus lanzas, se preparaban para levantar sus pertenencias y liberar la ocupación como acordado. La sangre de Manuin corrió, casi literalmente, derramándose por toda la Curva donde sus hermanos tomaron la defensiva-ofensiva por el líder que pensaron muerto. Esa misma sangre tomó forma de despachos periodísticos en las radios de la capital y de Bagua donde se comunicó la muerte de Manuin en mano de policías que los habían sorprendido en retirada. 

Y esa mañana que debió ser de restablecimiento del dialogo tras la acordada retirada, se convirtió en el infierno que vimos todos por televisión: lluvia de balas, confusión, ira, un operativo fallido, improvisado, ordenado sin ningún rigor táctico, habiendo cambiando al jefe policial que conocía el terreno y la situación. Pero sobre todo, ordenado con total indolencia por la vida no solo de los peruanos nativos, sino de los peruanos policías. Porque a kilómetros de esa curva diabólica, en la Estación 6 de Petroperú, un grupo de policías permanecía disminuido por un colectivo de nativos hacía dos meses. 

Con las noticias de la intervención policial violenta en la Curva y la emboscada del gobierno, el colectivo se volvió turba y los policías fueron ejecutados en venganza del líder que todos, medios y fines, creían muerto.

Manuin, milagrosamente, sobrevivió. Aunque hasta hoy sufre secuelas serias de salud. Pero increíblemente es uno de los acusados de matar policías en la colina de la Curva. Él, el hombre que alzó las manos en son de paz y que fue acribillado sin piedad. Por supuesto que eso no justifica, legalmente, la violencia de los nativos contra los policías y menos el asesinato de los policías de la Estación 6. De hecho, pienso que más allá de los chivos expiatorios que hay entre esos 53 procesados, los verdaderos autores materiales e intelectuales de la turba asesina deberían tener la valentía y dignidad de tomar el banquillo que hoy inocentes ocupan en este proceso. Pero lo mismo deberían hacer todos los politicos involucrados en este malogrado operativo: Mercedes Cabanillas como ministra del Interior que ordenó y fue responsable de la ejecución de esa orden civil. El presidente García, que según testigos del Consejo de Ministros, dio la orden a la ministra. Mercedes Araoz por sembrar el pánico de un presunto riesgo de perder el TLC con USA si no se aprobaban los decretos; Antero Flores, ministro de Defensa que teniendo una base militar a solo minutos de la Estación 6, jamás respondió con ayuda a los policías, los dejaron morir en manos de la turba. Cuando Mercedes Cabanillas, luego de ordenar la ejecución del desalojo violento, salió en prensa a decir que todo estaba bajo control, sabía- como sabían todas las autoridades- que esos policías estaban secuestrados, y entonces rodeados. 

¿Qué autoridad manda una intervención violenta contra un colectivo que tiene a los tuyos secuestrados y desarmados? Una a la que no le importan por que no los siente suyos, porque siente que son vidas de las que puede disponer y prescindir. Lejos de auxiliarlos, los dejaron morir.

Esas autoridades deberían tener la valentía y nobleza de sentarse en el banquillo a expiar sus culpas y reconocer la parte de responsabilidad grave que les toca por haber cambiado para siempre el destino de 34 familias peruanas. Familias que hasta hoy no solo sufren la pérdida sino también la injusticia de verlos impunes por su poder político. Pero sepan que el fantasma de esas 33 almas los perseguirán al hasta el último de sus días, en sueño y en vigilia, porque sus influencias en el poder quizás logre que evadan la justicia pero jamás podrán librarse de su culpa. Podrán seguir vistiendo sus trajes occidentales caros, trabajando en lugares influyentes, siendo candidatos, congresistas o hasta presidentes, pero cargarán con ello de por vida. Y sus hijos y nietos sabrán que los peruanos los culpamos de una matanza innecesaria y cruenta en la que lo que primó fue la codicia extractiva y lo que con ella llega sola. 

Primó el abuso y el desprecio de la ofensiva tesis del ¨perro del hortelano¨. Pero sepan que esa sangre no se borra. Que Bagua, ahora y jamás se olvida. El Perú y sus fracturas necesita justicia. Hay que acabar con #LaEspera.

Diario La República 30.05.14

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